TESTAMENTO VITAL O MORIR EN PAZ. Los que deseamos no prolongar nuestra vida más allá de lo que el cuerpo resista, le tenemos dicho a nuestros familiares que cuando sea llegado el momento de encontrarnos con la dama, que no se preocupen en tratar de prolongar lo que ya no tiene remedio, que hagan cómo si se tratase de un donante de órganos que en cuanto el equipo médico que los atiende dice: “esto no da más de sí”, rápidamente lo desconectan de todos los aparatos y aprovechan todos sus órganos aprovechables para que den vida a otros que con ellos sí pueden permanecer durante más tiempo en este “valle de lágrimas”, al que tanto nos aferramos. Durante estos últimos días, quizás semanas, han sido varios los episodios que me conducen a escribir unas cuantas líneas respecto a lo que se ha dado en llamar “testamento vital” y que de siempre fue conocido como “morir en paz”. La agonía de Terry Schiavo en los Estados Unidos, el caso de los cuidados paliativos o sedación en el servicio de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés y la muerte de Juan Pablo II en el Vaticano. La agonía de
la joven americana no duró las dos semanas escasas que hemos
podido ver a través de los medios de comunicación, sino
los largos quince años en los que la mujer ha estado en estado
vegetativo y La rapidez de actuación
de la presidenta Esperanza Aguirre y su consejero de sanidad en el
caso del hospital de Leganés parece que oculta intenciones mucho
más inconfesables que la de velar por los enfermos del servicio
de urgencias de dicho hospital: por lo que se escucha y se lee, se deja
de escuchar y se deja de escribir, según venga de los menos favorables
o de los más favorables a la señora presidenta, dan mucho
que pensar las intenciones con las que se presentaban en un primer
momento la Y para terminar la
muerte de Juan Pablo II. Este hombre que tanto ha luchado por la vida,
propia y ajena, ha tenido la oportunidad de escoger “morir en paz”.
Mientras hubo posibilidad de que se le hiciera esto y lo otro para mantenerlo
con vida (últimamente un tanto precaria, no cabe duda) optó
porque así se hiciera y soportó operaciones, hospitalizaciones
y todo aquello que hacía que él se sintiese, hasta cierto
punto, dominador de su existencia; mas como a todo el mundo, le llegó
el Si me llegase a encontrar, Dios no lo quiera, ni lo permita el Señor, en una situación como la de Terry Schiavo, los enfermos terminales de paliativos, o Juan Pablo II (perdonen la comparación), me gustaría que si no estoy en mis cabales que mis familiares se dejen guiar por el consejo del equipo médico y no tengan que recurrir al juez, ni a las autoridades, ni a nadie que esté fuera de los que de verdad entienden de la salud y de su ausencia, de lo que conviene y no al enfermo en esas circunstancia y que me dejen morir en paz sin alargar innecesariamente mi agonía y el sufrimiento de aquellos que no desearán verme sufrir. Que mientras existan posibilidades reales y factibles que se haga lo que se pueda pero en caso contrario que me dejen ir al encuentro del Origen, en paz y dejando en paz a los que queden. Teodoro R. Martín
de Molina. Abril-2005. |