DE
SEUDÓNIMOS Y OTRAS CUITAS Por mucho seudónimo que usemos no vamos a convertirnos
en Fernán Caballero (Cecilia Böll
de Faber)), Clarín (Leopoldo Alas) o Azorín (José
Martíne En ocasiones el uso del recurso por el cual no se muestra
el nombre verdadero puede obedecer a otros intereses más plausibles
y para nada censurables como son el hecho de resaltar al personaje
o al lugar a los que se hace referencia y en estas ocasiones la opinión
que se vierte nunca trata de herir las susceptibilidades de nadie,
sino que son reflexiones que enaltecen al que las expone. Todo lo anterior viene a colación por los comentarios
en general, desde mi particular punto de vista, poco afortunados que
aparecen en el libro de visitas de la página oficial de mi
pueblo: www.gaucin.es , así
como en una encuesta sob Sin entrar a valorar las opiniones que en uno u otro sentido se vierten desde el anonimato, sí me gustaría dejar constancia de la endeblez de la mayoría de los argumentos (en ocasiones ni tan siquiera existen) que albergan dichos anónimos. Por ello, pienso que todo web master debe mantener un cierto control sobre lo que se publica en su página y permitir hasta cierto punto la libre expresión de los visitantes. Un libro de visitas no es el espacio que yo debo aprovechar, más aun bajo seudónimo, para insultar o menospreciar al contrario o al que no piensa como yo. De la visita por los comentarios de las mencionados sitios (sobremanera el del libro de visitas de la web oficial del pueblo) podemos colegir que si de golpe se suprimieran todos aquellos que no aportan nada a la función para los que dichos lugares de opinión fueron creados, llegaremos a la conclusión que, por ejemplo, del centenar largo de visitas del libro de gaucin.es se podrían suprimir la mayoría de los comentarios sin que para nada mermara la calidad de la página, que la tiene, sino todo lo contrario. Quedaría una decena, más o menos, que son los que en realidad aportan algo al sitio. Alguno pensará que desde aquí estoy abogando por
la censura y por cercenar la libertad de expresión, pero solamente
abogo por el buen gusto y la calidad, aspectos en los que todos somos
capaces de expresarnos sin necesidad de recurrir a lo zafio y a lo
vulgar. También abogo por el buen uso de esos espacios que se
nos ofrecen y no aprovecharme de ellos para verter el dulce veneno
o el pestilente halago acaramelado del que suelen hacer gala aquellos
que buscan algo o no quieren perder ese algo que ya consiguieron. A los que trabajamos (nos entretenemos) con esto de las webs,
nos gusta que nuestros visitantes dejen s Teodoro R. Martín de Molina. Marzo, 2005. |