CAMBIOS
![]() En mi anterior artículo de opinión (“Antes y ahora”), en el último de sus párrafos pedía a todos los implicados en el tema o asunto: desde el gobierno a la oposición, pasando por los terroristas, sus afines, y las víctimas o los medios de comunicación, un leve giro en sus planteamientos. Sé a ciencia cierta que ninguno de ellos me ha leído, por ello estoy convencido de que la telepatía o los milagros funcionan, o que los deseos, a veces, se hacen realidad, pues no pasaron cuatro o cinco horas desde que ETA dio a conocer su comunicado para que todos aquellos a los que me refería hayan comenzado a emitir señales más próximas a lo que este plumífero aficionado les solicitaba con no mucha convicción. Así he podido ![]() ![]() En definitiva, en general se ha podido observar un cambio en los modos y las formas y también en las palabras, pero para cambio fundamental de palabras, en mi opinión, las que aparecen en el comunicado respecto al del 98. Sin entrar en ningunas profundidades me detengo en la sustitución del término “tregua indefinida” por “alto el fuego permanente” (que parecerá baladí pero que de eso no tiene nada a poco que nos adentremos un mínimo en el análisis de sus respectivos significados). Los del comunicado han conseguido que en todos, aunque no todos lo manifiesten abiertamente, se ilumine la luz de la esperanza que a plazo más largo que medio o corto nos lleve a vivir con nuestras miserias de toda la vida pero sin la espada de Damocles que supone el azote del terrorismo. En este momento lo que todos esperamos es que cada uno de los antes nombrados sigan dando los pasos precisos y necesarios para conseguir el fin tan deseado que, evidentemente y como reconocía el Presidente del Gobierno al jefe de la oposición, cuando inoportuna e impertinentemente fue interrumpido por el Presidente del Congreso en el pleno del día del comunicado, será el triunfo de todos; pues todos, cada uno en su momento, han luchado por librar al país de la lacra del terrorismo etarra, y todos han aportado algo positivo que ha hecho que nos encontremos en este punto de partida después de casi cuarenta años de sufrimiento. Estos y otros cambios deberían influirnos de modo que seamos capaces de saber aceptar y comprender las más que probables meteduras de pata de algunos, los dardos envenenados de otros, los casi que seguros coletazos de los disconformes, como el precio, quizás no el único precio, que nos tengamos que pagar unos a otros para que la vida diaria de tantas personas vuelva a tener la tranquilidad que desde hace tanto no disfrutan. Teodoro R. Martín de Molina. Marzo de 2006. |