"HOMENAJE"
Se empeñaba Clementina en resaltar, durante su breve alocución de agradecimiento y en los comentarios con aquellos que nos acercábamos a felicitarla por tan merecido homenaje, que el mérito era de la casa y no de ellas. En verdad que su modestia no puede oscurecer lo que para todos los que hemos conocido el Hotel Nacional en sus distintas épocas, y aquellos que han investigado su historia, sabemos por propia experiencia o por lo que hemos oído y leído, que han sido las personas que lo han regentado las que han hecho de tan emblemática hospedería de Gaucín un lugar que no dejó indiferente a ninguno de los huéspedes de temporada o de ocasión que se alojaron en sus habitaciones o que degustaron las excelencias de su cocina. También la generalidad de los habitantes del pueblo tenía un indisimulado aprecio, por unos u otros motivos, por el hotel y sus responsables. Personalmente, quiero referirme en estos breves párrafos a los recuerdos que me trae el “Hotel” –así, con nombre propio, sin apellidos, que era como lo conocíamos la mayoría de los gaucineños distinguiéndolo del resto de hospedajes que eran fondas, pensiones o posadas–, y que se concretan en las dos épocas de mi vida que transcurrieron en Gaucín. Durante mi infancia a causa de que mi primo Martín Martín, que vivía en Marruecos, se hospedaba en el Hotel en sus vacaciones estivales, no eran pocas las ocasiones en que acudíamos allí por diferentes motivos. Siempre, Clementina nos atendía admirablemente y, acorde con nuestra edad, tenía para nosotros el picatoste con azúcar si era durante el desayuno cuando nos acercábamos a ver al primo, o la exquisita golosina, que como obsequio le solían dejar los llanitos que tanto frecuentaban el Hotel, si la hora de la visita era otra. Era el momento en el que nos cruzábamos con esos otros huéspedes por los que sentíamos tantísima curiosidad y a los que dentro del hotel procurábamos no importunarlos con nuestro repetitivo “money, money”, algo que no nos hubiese perdonado Clementina, pero que en cuanto los veíamos por las calles, todos los niños en procesión rogatoria seguíamos hasta el cansancio. Estos recuerdos, como la mayoría de los que dejan huella, van relacionados con las actitudes y los valores de las personas, independientemente del lugar concreto en el que se desarrollaron; aunque, inevitablemente, el espacio físico tampoco puede dejar de formar parte de nuestra memoria. Y aquí, en el Hotel y en quienes los regentaron y trabajaron en él, desde Pedro Real hasta Clementina y Carmen, se concitan ambos elementos para que nuestra mente se recree con sus recuerdos y coincida con los promotores, gaucineños y foráneos, que han tenido la brillante idea de rendir este merecido homenaje a lo que el Hotel –el Hotel Inglés o Nacional, como queramos llamarlo–, ha representado en la vida de nuestro pueblo. <<ver más fotos y leer la intervención de Salvador>> Teodoro R. Martín
de Molina. Enero de 2008
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